Reiteradas veces, presa del miedo por perderte, inventé conscientemente una imagen de Apolo hijo de Zeus y Latona, asesinando con una mano serpientes pitones mientras que con la otra tocaba una canción en lira o escribía un perfecto poema. También intenté curarte de mi propia plaga mortal haciéndote sucumbir en mi cama con los besos suaves de un rostro imberbe y ondular. Te pido disculpas, no fue mi intención mentirte tanto, la diferencia que existe entre Apolo y yo, es que Apolo sólo existe en las leyendas.
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