miércoles, 26 de octubre de 2011

del libro: cotidiano desencantamiento. 2010

Blanqueé dos senos suicidas
injuriando en su laguna espesa
sorbiendo olas joviales
me incliné en una canción
de viento y bruma.

Perder como se pierde la memoria
el registro del umbral perceptivo
sólo una huella como un código de cama
quedó manchado:

figura de semen y pintura de labios.


La grieta de los muslos
abren la llave
el mecanismo que divide el metal
un lenguaje sutil
que me deja entrar
escondiendo mi corazón periférico
para entrar comiendo
las grietas de su cuerpo
hacia la caverna silenciosa
del bosque partido
que da nacimiento a lo que brota.

Sabor maduro de lo interno
genital y meditación.


La polución de su vagina
empapó mi rodilla fecunda
dilatando el último recuerdo lascivo
que guardé bajo mi cama.

Los hombres no saben amar
se ocultan en proclamas absurdas.

Pero la polución de tus ojos
empapó las sabanas
difamando perspicaz dos siluetas
arropadas una contra la otra:

nudo que se deshace cuando amanece.

del libro: hablante imaginario. 2011

1.
Tienes reparo
a la actividad sosegada
que se presta a la dilatación
involuntaria
de los pensamientos.
Pronto descubrirás
un período nuevo
una desconocida fase
en todo el cuerpo y temerás.
Pero aun queda noche
el tránsito del reloj
ejecutará al tiempo.
De los días quedará
la larga cadena
de acontecimientos
doblegados.
De la noche
no se hablará más.

2.
Se podrán romper todos los corazones
sus restos quedarán varados
en calles desiertas y
poemas salvajes de antaño
cristalizarán tus ojos;
recuerdos hechizados
entrando como veneno
en tu cuerpo abierto
de tanto escuchar:
“Este poema te desprecia”

3.
Nada más enumerar
países destruidos
la muerte que deambula
en tu televisor.
Nada más.
En la calle
la carne rasgada
y erecta
se tonifica y se inscribe;
las imágenes se vuelcan
en papeles tristes
servilletas que anuncian
el nacimiento de los mensajes:
cuchillos que hablan
aguas que se dividen
puertas que te ahogan
vas dictando.

del libro: no merecer. 2012

1.
Se presenta en el camino
la bifurcación que anida
atascada en los ventanales
la mirada.
Reaparecen los hitos
de los callejones
se abre el cráneo
imaginario.
Los ojos de una niña
que te ven por última vez
se cierran ocres.
De esa imagen
nacerá una fractura
cada vez que vea una sombra
la comparará contigo.

2.
Miras como los pies
se conducen solos
van dirigiendo el cuerpo
lejos de los recuerdos
Nuestro cordón
fue dejando un rastro
bisecado por la sombra
que separó perpetuamente
a uno, del otro.

3.
Ha cambiado para siempre
el significado de los sitios.
Lo que en el pasado
era sólo un lugar
hoy nos detiene
tras una puerta al oír:
insultos, cachetadas
una botella que rueda por el piso.
Por la ventana me vi
escribiéndome en el pellejo
poemas.

El hijo tonto.


Varado en una bolsa de vida sin fondo, los perros se alimentan de su piñén en el chuño impostergable de los años, en las noches heladas y largas cuando los recuerdos son el peor enemigo del hombre, si es podemos llamarle hombre a esos restos de hueso si afecto y puro odio. Conoce el sentido de la insatisfacción, la ciudad no prometerá nada mañana ni pasado mañana, en medio del camino esos perros son un refugio, su cristo es un tren lleno de calaveras que pasó la última primavera que recuerda. Somos muerte, dijo Pessoa, estamos durmiendo y esta vida es sueño. Necesito monedas, necesito monedas, necesito tan sólo una moneda, la rueda que circula como el cilindro de un revolver, tu apenas escuchas el murmullo en los arbustos del infierno, y el hedor hace retroceder hasta la más pura de las monjitas. Olvidémosle, una constelación de necesidades falsas e irrenunciables guiará nuestro camino, divagaremos consumiendo poder imaginario en gotas que no valdrán la pena. Hijo tonto, hermano imbécil, las tardes fútiles disiparán tu cuerpo entero, la ingratitud no será benevolente a tu maldad, los grandes parques te exiliarán derrocado.

El mito de mi amor.


Reiteradas veces, presa del miedo por perderte, inventé conscientemente una imagen de Apolo hijo de Zeus y Latona, asesinando con una mano serpientes pitones mientras que con la otra tocaba una canción en lira o escribía un perfecto poema. También intenté curarte de mi propia plaga mortal haciéndote sucumbir en mi cama con los besos suaves de un rostro imberbe y ondular. Te pido disculpas, no fue mi intención mentirte tanto, la diferencia que existe entre Apolo y yo, es que Apolo sólo existe en las leyendas.

Mínimo pequeño.


Si pasas y la palabra se sumerge en la materia como por un agujero que se expande trizando el espacio que conservabas bien timbrado en la memoria, no retrocedas jamás, los pórticos serán los argumentos de la nueva realidad que germina en la imaginación estética que vas creando. El príncipe morirá desollado y de la piel nueva fundamentales lazos con tu pueblo se cultivarán frase a frase. Mano-tijera-universo mano-descomposición-alumbramiento. La aventura es la distracción entre paréntesis, los símbolos que se toman las aulas de los sueños negarán su procedencia irrespetuosos como cabros chicos flaites en el estadio de tu mente.
Ayer sustituí un poco la belleza con la estupidez y me sentí ligero, mi estatua de costumbres y certidumbres evocó un nuevo sueño: Yo sobre una jirafa con cabeza de puerco, recorriendo el mundo entero.

Al único satélite natural.


Por los días que sustituí en una isla desierta o en callejones poblados de vándalos recuerdos infantiles. Por la cabeza que se alejó del corazón por doler tanto como duelen las cabezas a veces, cuando uno es joven y un poco estúpido. Por ese día que te preguntaste y que tal vez nunca te preguntaste ¿dónde diablos estás?, encontrando una fotografía vieja en algún lado de otra realidad paralela a mí, a ti, pequeña. Por las tardes que sin argumento te vi pasar distraída por la plaza de la mano de alguien que no fui yo, y me caí en pedazos como un arcano hasta mis cimientos transformándolo todo en ruinas. Por lo que uno mata cuando olvida o se obliga a olvidar metiéndolo todo apretujado en un cajón de telarañas de ayeres y se traga la llave. Por los recuerdos que pudieron ser y se transformaron en victimas de lo posible. Por la monotonía de habitar los días con la herida a tajo abierto, sin corazón ni sentido, pasando con el dedo los paisajes como revistas sin importancia en una sala de espera de decoración estéril. Por el juego que no jugué, por las palabras que ya no escuché, salgo de la isla del callejón despoblado, limpio mi cabeza, rompo la fotografía, construyo de nuevo la torre derrumbada en las ruinas, abro el cajón y limpio las telarañas, me zurzo el corazón, decoro la sala, juego y escucho, desde lejos y desde a poco, tu corazón que brilla sostenido por el desierto.

viernes, 17 de junio de 2011

California

California ha estado aquí, y un sindicato de nombres organizados en pila ha venido a mi rescate; aves que surgen en grafito de jardines escogidos de la sospecha van llenando los huesos, la cabeza y el sexo de ladridos y pinceladas en tejados donde la catástrofe navega pesando al sol, la tierra, la humedad, el viento que viejo transita y recuerda tras la cuesta dominada por cementerios luces que se apagan y se encienden como ojos  de dinamita en los ventanales de pasillos compuestos por sombras

¿Acaso estás drogada?

El reflejo es, el reflejo parece; el reflejo no es la lanza hacia los ojos sino que parece particularmente un calambre mental, una cabeza dominada por la electricidad, emborrachado y entristecido con espuma entre los dientes; una farsa de zapatillas y blue jeans, minutos en blanco, la lucha contra la danza de los números pasados o estados que transplantan nuestro corazón

California

California

Arremangada chorro de bilis, California; Lengua de mapa, cruz y  ombligo, parpadear azul.

Salir California, hacernos el amor. Estuve ahí para mirarte y decirte tristes palabras, sí, como un niño o un zorro; pez que azota el desierto y hospitales envueltos en lejanas alegrías. Hubieron bellezas contemplativas, hubieron recuerdos volados en verde marihuana y cemento de cuneta cubiertos por chasquidos o estallidos o chirridos o rechinamientos; repiqueteos, crac, palmadas, sonidos.
La tarde no es la noche, te dije, la noche abrillanta la espera insoluble. Hay perros en las esquinas intentando devorarnos; cuchillos, mujeres, recuerdos, más ladridos, y pasos que raspan canciones en la vereda. Cantan los niños, las viejas, los hombres, sacan sus coños en la ventolera, humo en pasillos, suspiros siniestros. La noche mendiga se la pasa cantando y pidiéndonos monedas. Háblame de ti, háblame de ti, háblame, cógeme los pies y dame un zarpazo, arma tus dientes con balas de pisco barato, mueve sigilosa la serpiente en tu paladar con la fuerza del mar que no esta, que se dispersa.
California, aunque no los seas precisamente, California; Rara ciencia libre de caídas, oculto repaso de las épocas, hija del hastío y la memoria de los bosques, háblame, no te calles, mendiga y sucia, California suicida, zurda, foguista, resplandeciente, banquera de mis pasos perdidos en la marea del plick plack. No tienes odio ni tienes memoria; no tienes vieja bañera bajo del sol ni cuentas de crédito ni autos deportivos ni mensajes de teléfono en tu celular. A nuestras sombras construidas por el sol, les pintas un dibujo, las acaricias como gato y te vas corriendo hacia la esquina, sacas cuchillos, sacas huesos, relojes, sacas un poco de coca, astrónomos, ballenas y burbujas. California soplido, canuta de los demonios, huérfana de mi bar, pasado ensangrentado sobre el jardín, California, recolectora de poesía, cayo de artista, señuelo de la virginidad, pez de gusano, arma contra los hombres del mar.

California

California

¿Dónde estuviste cuándo yo, cuándo él?

California fría de pies y manos, marea de los ríos y los coligues, escollo que no sueña, armonía deshabitada, sol declinado.
Hubo un afortunado California, hubieron miles, una sola de ellas, Cali, una sola de ellas que entró y salió, y lo hizo muy bien como a ti te gusta, pero cuando te digo, hey! California, óyeme tú, espantosa criatura que lambarea loca, sapito de Julio, como decía tal; se me enreda entre su pelo sauce que no es frágil en la cama sino un océano loco, se me embetuna de respuestas que oh sí, que oh no! se mantiene presa, y yo sigo preso a tus tardanzas, a la elucubración de tus intenciones, cola de motor en alto vuelo, cola de los ciclos de los relámpagos ¿dónde andarás California? ¿qué pajarito ha desviado tus pasos? Lila cochera de penes inexpertos, labio entregado a los dientes agitados, sexo violento que hace liquido lo que toca.

Hocico lánguido hacia la luna
Hocico ojo dormido en las piedras
Hocico arrodillado y yo me pregunto
¿quién mierda te ha puesto ese nombre, California? 

martes, 29 de junio de 2010

Máquina de palabras

¿Qué esfinge de cemento y aluminio abrió sus cráneos y devoró sus cerebros y su imaginación?

Allen Ginsberg

1.

Las palabras aparecerán

Por los agujeros de mis sueños privados

Romperán las telarañas

Que el tiempo dejó mal lavado a mano

El día que la gotera de mi almanaque

Se abrió como el uniforme de una puta

A la contagiosa risa estival

De las lenguas estropeadas.


2.

El mensaje podría estar colgando

Como las hojas de una parra

Arrancada de mi boca

Pez que azota con su cola dorada

Las olas del viento de un invierno fabuloso.


La palabra que es bala

Y da nacimiento

Que hiere y crea su piel nueva

Con pólvora de estrellas

Podría colgar como Ñecla de papel de diario

El cielo repleto de ojos brillantes

Con su humilde vértigo.


3.

Romper el cableado horizontal

Con pájaros invertidos

De los ojos cabalgar su sombra azul

Como los vestidos que gimen

De las venas hasta la mano creadora.

Abrir el cielo con cesárea

Hundirse en el suelo

Romper el pavimento

Cortar la neblina de los caminos embrujados.

No la palabra como una bala

La palabra que es una bala

Abrir el cráneo borracho

Con una eclosión

En la máquina de las palabras.


4.

La batalla contra el miedo de la blasfemia

Podría llegar a su fin

Abrir la boca y dejar

Que salgan todos los animales interiores

A poblar el mundo escrito y aullado

En los papeles de los bosques

Y en las azoteas de los edificios.

Abrir la boca y dejar

El tajo en la lengua

Como una serpiente

Abrir la boca y dejar

Caer las plumas como un quetzal.





lunes, 7 de abril de 2008

La solera.

Del paso, de la letra trazada, de la viga del puente, de un metro antes de la muerte. La detención obligada a la norma, justo una V redondeada y abierta, en el vértice que la divide de una oscuridad degradada y que baja por una calle partida en dos, o un papel en cuadrillado que termina en la obligación de una pared roja, de un semáforo en rojo, ya que los colores son bien utilizados para simbolizar el transcurso del ganado, de las masas abiertas que no tienen un orden, sólo el impuesto por el margen que las divide y obliga, que las separa y luego las une. Pero en la parte superior de aquel vértice, o sea al cruzarlo, se suele tropezar por costumbre, sentir cierta vergüenza como la que sucumbe en los hombres al cometer un error, al perder el control, pero ahí está la tentativa, la costumbre también de hacer oídos sordos a la norma, de escribir hasta que no quede papel, de saltar la solera aunque caigamos en tropiezos absurdos que nos enrojecen, ahí esta la tentativa, de no perderse en la dirección antojadiza dictada por el color-dictada por la luz-dictada por los ojos-dictada por la cultura-dictada por la costumbre. La tentativa es saltar en abismos, en el caso de la solera de saltar abismos inversos, de zambullirse por rejas castradoras y salvavidas. La costumbre es cruzar la línea amarilla dispuesta para no ser cruzada, más salvavidas que obviamos, como si la vida corriera más rápida que la muerte, y nos premian si nos salvamos la vida, y nos juzgan si no pensamos en ella.

Béla Bartók

Dos o tres agudos chillidos por encima de uno más grave, sonido viejo que se abrían menos que los chillidos agudos que estaban por encima de todo, pero que dejaban que se presente un silbido de viento tenue, una figura en vaivén apenas perceptible, se mecía en un marco abierto de sonidos, al fondo de los chillidos que se cruzaban.
Estos chillidos no eran constantes, monótonos siempre pues constituían una consecución, pero el diámetro y la intensidad de aquellos chillidos figuraba entremedio de un piar más melodioso. Es verdad que los chillidos eran en realidad parte de esos tonos melodiosos, pero no eran iguales pues eran más bien un aire aspirado desde dentro, modificado por las lenguas de los ejecutantes, propagándose en un medio elástico de ida y vuelta; caída del sonido para comenzar nuevamente a prolongarse de manera irrepetible.
Cuando los chillidos particularmente distintos construían su monótona consecución de ritmos melódicos, entró al campo del sonido otra consecución, menos monótona, muy delicada y de volumen bajo, que se presentía detrás del sonido de los chillidos. ¿Será que este nuevo sonido, que se presentía detrás de los chillidos, provenía de un instrumento de cuerda? La verdad es que representaba un tipeo de cuerdas, un leve roce que provocaba un ritmo manso, un dúctil rasgazo tipeado dejando cortas fracciones de tonos sólidos, junto al tenue silbido del viento que ya a esa altura comenzaba a abstraerse (separarse del marco general de sonidos), y a cerrarse sin dejar de ser otra perturbación de presión expandiéndose hacia delante y produciendo efectos acústicos diferentes.
Es en ese ambiente cuando entra sorpresivamente un cántico desarmado, desplazándose en ondas vocales, dejando que el paso del aire no fuera presionado en su totalidad, tal vez, dejando que el paso del aire se abriera y contrajera naturalmente, es decir, permitiendo que el sonido vibrara en las cuerdas, articulando un lenguaje indescifrable, símbolos de sonidos que creaban elementos lingüísticos propios de una cultura que personalmente desconocía. Esta articulación tenía un aspecto nasal muy importante, pues el cántico estaba procedido de aquella pronunciación nasal que intervenía la presión del aire que la motivaba. El corte nasal de la presión del aire en conjunto con la pronunciación y el propio lenguaje hacía que este cántico se viera evidentemente enfatizado por la letra r, letra que sostenía el devaneo tembloroso del ejecutante. ¿De donde venia la sensación de que en algún lugar del cuadro de objetos musicales se encontraba una vitrola? Era como si la voz o alguno de los objetos musicales fueran en realidad una grabación reproducida por encima del paisaje natural de sonidos, y no proveniente un ejecutante que se encontrara físicamente ahí. Una rasposidad que acompañaba a sólo a algunos objetos musicales.
Mientras todo aquello ocurría recuerdo comenzar a escuchar, procedido de un sonido estruendoso, la llegada de un nuevo objeto musical más bien complejo de describir, pues este objeto, me representaba físicamente una especie demoledora de los chillidos, mezclados con una sustancia ripiosa. Este sonido demoledor giratorio, determinó el comienzo de un volumen mucho más agresivo del marco general de los sonidos. Ya que mientras este objeto musical demoledor se iba acercando, obviamente más fuerte era, lo que me permitió reconocer sonidos de cadenas rechinantes, pasos que caían en una superficie ripiosa y quizás confundidos con el sonido del agua, la consecución de la caída de algo, quizás por efecto de un movimiento, los chillidos que seguían ahí, el canto que se incrementaba, un cucú y unas campanas pequeñas pues la acústica que produjeron era de una cavidad espacial cerrada, todo esto, ampliando el marco general de sonidos y creando la intersección ciega de un clímax abarrotado de objetos musicales que se cruzaban creando la composición misma de la naturaleza de los sonidos, y abstrayendo los objetos musicales gracias a la intersección.
La cosa es que este objeto demoledor desaparece misteriosamente del campo de sonidos, dejando un silencio que no es tal, pues también es viento, chillidos y ondas de una supuesta laguna. La voz del que supuestamente también provocaba el cántico desarmado anteriormente descrito, pronuncia una corta frase de símbolos vocales, esta vez no tan nasales. Y todo termina mucho más silencioso de lo que empezó, pero siempre acompañado de esos chillidos melodiosos y complicadamente distintos.

miércoles, 20 de febrero de 2008

La estructura

Si fijas la vista verás una punta redondeada justo en el encuentro que la divide de una oscuridad aparente y que baja por una manzana pequeña y sucia, un cogollo de huesos que levantan la piel un poco arrugada, más que todo, por la posición. Pero en la parte superior de aquel vértice se hunde descubriendo una división entre dos tipos de pieles, una, de un color siena muy claro, un tanto amarillento, y la otra de color rojizo, dividida en dos labios que al subir por una horizontal un poco inclinada terminan en una profundidad semi circular, que es el camino desde el labio hasta dos cavidades oscuras, desiguales pero similares en su estructura.
Esta estructura se empina sobre cualquier otra cosa, decayendo hacia arriba duramente. Estamos hablando de un ambiente manchado por círculos de distintos tonos de cafés, de los que sólo predomina una luminosidad de amarillo cargado, sin terminar siendo en definitiva, ese color, más bien un realce del color de la piel, que para un lado, se oscurece degradadamente, gracias al termino de la estructura, y para el otro, parece mantener un color parecido, pero menos luminoso.
Ahora, subiendo por la estructura, o sea, en el decaimiento de aquella estructura, encontramos una rugosidad marcada por dos líneas verticales, pero deformadas por los cúmulos de pelos que se mantienen a cada lado. Estos cúmulos de pelos cortos comienzan de una forma bastante desordenada, digamos, arremolinados. Pero al proseguir hacia fuera de los cúmulos, se van emparejando por una sola dirección. Con esto no queremos decir que los cúmulos sean iguales, más bien, en la diferencia de los cúmulos de pelos encontramos uno de los rasgos característicos del total. El gesto.
Si comenzamos a bajar encontramos, en los dos casos, una arruga que es la arruga más predominante en la figura total. Estas arrugas semicirculares están constituidas por, en primer lugar, un peso que la misma arruga no parece poder soportar, razón por la cual predomina, y en segundo lugar, porque esta arruga es la que, de alguna forma, separa el cúmulo de pelos con otra estructura igualmente duplicada. ¿será que esta arruga forma parte del la nueva estructura que se nos presenta, duplicadamente? ¿Qué queremos decir con duplicadamente? En realidad podemos hacer esa afirmación en tanto las dos partes sean, es su totalidad, iguales. Pero este no es el caso, es por eso que describiremos un solo total, pero enmarcando las diferencias entre las dos.

Relación de Estructuras:

Determinemos que la estructura del lado izquierdo es inexactamente esférica tal como la derecha. Que en sus partes superiores están compuesto por pelos distintos en su forma y color. Pelos que en relación con los pelos que se encuentran en la parte inferior, son más largos. Lo quiere decir que estos pelos hacen que la parte interior de aquella estructura nos parezca en una mitad borrosa e inexacta. El borde en donde se encuentran estos dos tipos de pelos (en los dos casos), que es el borde de las estructuras inexactamente esféricas, es de un color más rojizo; bordes que tienen su interacción en el lado opuesto al orden de las estructuras. O sea. La estructura derecha tiene su interacción de bordes en el lado izquierdo, y la estructura izquierda en el lado derecho de la esfera inexacta, formando una especie de gelatinosa voluminosidad redondeada y viscosa, la cual se encuentra en el interior de la estructura. Las gelatinosas voluminosidades tienen influencia dentro de las esferas inexactas, ya que dejan un cierto tipo de venas rojizas que entran y que son parte, en definitiva, del total del interior de la esfera inexacta.
Algo importante. El color que predomina es el blanco, sólo terminando en un círculo que es el centro de la estructura, un circulo que contiene un borde más claro en las orillas. Este círculo contiene en si mismo, otro circulo en el centro, más oscuro, pero donde podemos apreciar un brillo de luz, un reflejo. Aunque el brillo de luz se encuentre exactamente en aquel centro, o sea, en la parte más oscura, el brillo de luz es tan cerrado, que nos permite poder apreciarlo de manera independiente a la oscuridad donde se encuentra.
Decíamos al principio que todo comenzaba en una letra V redondeada justo en el vértice que forma una división entre una oscuridad degradada inferior, y una profundidad que nos llevaba a una división de pieles. Pero si seguimos por ambos lados de la v, o sea, las dos líneas horizontales que confluyen en el vértice, esta vez hacia arriba, descubrimos, en los dos casos, dos nuevos objetos particularmente rugosos que se imponen. Estos objetos tienen como particularidad, un gran agujero en el centro de las rugosidades. Lo interesante de los agujeros es que estos tienen diferentes niveles. Profundidades que se denotan por la orilla de los agujeros, y que van bajando hasta una oscuridad que no permite ver el final, si es que lo tienen.
Las rugosidades si tienen un final y es exactamente cuando, otra vez borrosamente, distinguimos el comienzo de un cabello liso en extremo; líneas desordenadas hacia distintos lados y con distintos efectos de luz. Cada uno posee una luminosidad individual, cada uno de aquellos cabellos son un sistema donde podríamos diferenciarlos por su particular color y forma. Pero, digamos que esta frondosidad de cabello tiene una división que se encuentra más cerca del lado derecho del total de la forma de la que estamos hablando. Una división de trafico de cabellos ya que en una mitad, están direccionados principalmente hacia abajo, y el otro dirigidos hacia la derecha y hacia al frente.
A pesar que en el contorno de esta forma general de la que estamos hablando la luz proviene desde atrás de la forma, el brillo del la frondosidad de cabello y de el centro de las estructuras inexactamente esféricas, parece provenir de adelante, del reflejo de la luz en un objeto que seguramente es el que permite que se refleje esta forma inquietantemente quieta.