lunes, 7 de abril de 2008

La solera.

Del paso, de la letra trazada, de la viga del puente, de un metro antes de la muerte. La detención obligada a la norma, justo una V redondeada y abierta, en el vértice que la divide de una oscuridad degradada y que baja por una calle partida en dos, o un papel en cuadrillado que termina en la obligación de una pared roja, de un semáforo en rojo, ya que los colores son bien utilizados para simbolizar el transcurso del ganado, de las masas abiertas que no tienen un orden, sólo el impuesto por el margen que las divide y obliga, que las separa y luego las une. Pero en la parte superior de aquel vértice, o sea al cruzarlo, se suele tropezar por costumbre, sentir cierta vergüenza como la que sucumbe en los hombres al cometer un error, al perder el control, pero ahí está la tentativa, la costumbre también de hacer oídos sordos a la norma, de escribir hasta que no quede papel, de saltar la solera aunque caigamos en tropiezos absurdos que nos enrojecen, ahí esta la tentativa, de no perderse en la dirección antojadiza dictada por el color-dictada por la luz-dictada por los ojos-dictada por la cultura-dictada por la costumbre. La tentativa es saltar en abismos, en el caso de la solera de saltar abismos inversos, de zambullirse por rejas castradoras y salvavidas. La costumbre es cruzar la línea amarilla dispuesta para no ser cruzada, más salvavidas que obviamos, como si la vida corriera más rápida que la muerte, y nos premian si nos salvamos la vida, y nos juzgan si no pensamos en ella.

2 comentarios:

Sinfónica dijo...

El odio, el odio, el odio,
blanco, negro, verde
¿Lo conocen ustedes?
¿Conocen la impotencia
del ardiente desprecio?
La necesidad de la mutilación
y del espanto ¿Conocen
ustedes los abismos abiertos
sobre la mierda de los fracasos
y las humillaciones?
He vomitado sobre mí y
bajo mí yace la suerte
pestilente pronunciando
tu nombre.
He aquí el estigma
del antipoeta como yo
El odio, el odio de mi ser
pronunciando tu nombre.




me siento vacía.-

Daniela Catrileo dijo...

Los limites de la ciudad que se pierde bajo nuestros pasos es una de las cosas más sorprendentes de la urbanidad, impuestos por edificios, construcciones, pequeñas civilizaciones, un universo de simbolos y normas que atrapa los sentidos en cada ciudadano robot...es como la metafora de las lineas rojas, los margenes, de cuadernos, que atropellan las palabras, en este caso cada esquema formado por manojos de geometria humanoide, el resultado es obvio, un monton de ganado ciego, que no se mueve ante su propia voluntad, que hace lo que hay que hacer, que no recuerda vivir sin una estructura, pero justo ahi, existe el cambio, lo que se puede hacer, es crear una nueva manera de exaltar cada extremidad sensorial, y quejarse, y hacer muecas y jugar a la experiencia de la vida, mirar y actuar, y volver a caer, y volver a saltar, despreciar lo establecido por una ciudad de concreto, lancemos los colores y la forma, trazemos la vida que se abre en el asfalto, con los fucsias y verdes fluor, inventemos no limites,que esto no es una utopia, hey bonito, lograremos un nuevo estilo, un concepto donde todos puedan contemplar que no es tan dificil ser trapecista sobre las soleras, te amo baby, ...